Cuando las cosas se hacen bien, con profesionalidad,
dedicación y cariño, los resultados suelen acercarse a la excelencia; Y si lo
obtenido no es lo esperado, basta con insistir. Constancia y perseverancia son
dos buenas herramientas para la consecución de sueños y proyectos.
La calidad de un proceso, un producto o un servicio se mide
y cuantifica con relativa facilidad. Es más, después de medida, la calidad,
también se puede certificar, como es el caso de los vinos que proceden de las
tierras negras de origen volcánico donde está enclavada la bodega Manchega
Encomienda de Cervera. Estos vinos, influenciados por el Volcán “Maar de la
Hoya de Cervera” y regados por las cercanas aguas del río Jabalón, tienen
certificada su riqueza en polifenoles, la virtud de contener en su composición
una cantidad de antioxidantes superior a la media.
¿ Pero quién certifica la calidad humana?
Desde ya pido disculpas, pero no voy a hablar demasiado de los vinos de esta
bodega, ni tan siquiera voy a transcribir mis notas de cata, porque sin
pretenderlo, quedaron eclipsados por el equipo de personas que los hacen y
representan.
Tuve la oportunidad de compartir un
hospitalario almuerzo con ellos en la Casa Principal de la finca, una
construcción tradicional con patio de corrala, donde además de la comida
casera, disfruté de la presencia de Don Aurelio Espinosa, alma máter de este
proyecto vinícola.
El psicólogo Guillermo Ballenato Prieto dice que la calidad
humana surge de una especial combinación de orgullo y humildad. Del orgullo de
ser quienes somos y de lo que hacemos, y de la humildad de reconocer que aún
podemos mejorar.
Esta es la impresión que me llevé de Don Aurelio después de
un par de horas de charla distendida. Un empresario, con espíritu empresarial,
gran defensor del I + D, que cuestiona
procedimientos impregnados de inercia en busca de la continua mejora, y pone
corazón y cabeza en lo que hace dotándolo de la, a veces escasa, calidad humana
en el mundo empresarial.
Visitar Encomienda de
Cerveza y su proyecto es sin duda una
experiencia recomendable. Por sus vinos, aceites y quesos, por el maravilloso
paisaje mediterráneo que componen
encinas, olivos, enebros y 60 hectáreas de viñedo ubicadas en el término
municipal de Almagro, junto al macizo volcánico de Campo de Calatrava. Por el
aroma que en el aire dejan las plantaciones de tomillo, lavanda y romero, por el
legado histórico que impregna los muros
de la propiedad. Y compartir sobremesa con las personas que componen este
proyecto ha sido todo un regalo.
Gracias Don Aurelio, José Manuel y Óscar.
Parafraseando de nuevo a Guillermo Ballenato, “La perfección
puede ser una utopía, pero la calidad no lo es”
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